sábado, 5 de marzo de 2011

A un año del matrimonio gay en el Distrito Federal

La instauración del matrimonio entre personas del mismo sexo en el Distrito Federal significó un avance enorme en materia de Derechos Humanos; un logro que hace una década parecía inalcanzable. Sin embargo, a un año de que entraran en vigor las reformas al Código Civil del DF que lo posibilitaron, aún quedan muchos temas pendientes para poder hablar de una equidad real, tales como su extensión y reconocimiento al interior del país, el derecho a la adopción y la creación de marco legal que dote de seguridad a todas las personas del colectivo LGBT y termine por erradicar problemas tan vergonzosos como la discriminación y los crímenes por odio.

Todos lo sabemos —en nuestro país lo hemos vivido una y mil veces—, la implementación de una ley, o un cuerpo de leyes, no implica necesariamente un cambio en la realidad social. Sin embargo, a raíz de la aprobación del matrimonio gay, en el ambiente del Distrito Federal se respira un aire distinto; cada vez son más las personas que se atreven a demostrar sus afectos o, simplemente, asumir su orientación sexual sin tapujos, pues comienza a delinearse la protección jurídica que los ampara. Diversos sectores de la sociedad se encuentran enfrentados ante el avance de la comunidad gay en la lucha por el respeto a los derechos básicos de cualquier ser humano, como formar una familia y vivir en un entorno que les garantice su seguridad personal.

Pero con la mayor visibilidad se ha desatado también una fuerte ola de rechazo. Durante el 2010, y lo que va de 2011, las alas conservadoras, así como la jerarquía de la iglesia católica mexicana, se han mostrado recalcitrantemente medievales, haciéndose de dimes y diretes en las primeras planas de los principales diarios. Que si hay cura, que si el gobierno de Guadalajara la paga; que si el gobierno capitalino está maiceado, que si homosexualidad es sinónimo de pedofilia (que un sacerdote lo diga es el cenit de la ironía); que la moral, que los niños; que si la Constitución cambia, se les vaya a “antojar” a los Estados exigir sus derechos.

En este último año poco se ha visto de una discusión seria, y mucho de gritos histéricos que sólo pueden ser catalogados de mediáticos, posiblemente porque los estudios en los que la derecha “respalda” sus juicios son previos a Kinsey, cargados de lecturas a modo de Freud e ignorantes olímpicamente de la declaración que la APA (American Psicology Asosiation) emitió desde los setentas.

El camino para el colectivo gay es aún largo, pero las victorias obtenidas hasta el momento son dignas de celebrarse tanto al interior del colectivo como fuera de él, pues la protección de los derechos de unos, son la protección de la integridad humana de todos.

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