 
   Hasta  hace tan sólo unos días, cuando alguien hablaba de la “televisión  japonesa” era para referirse a unas cadenas que ofrecen carcajadas a  granel con sus múltiples versiones del original “Humor Amarillo”, que exportan melodramas infantiles o aventuras increíbles en dibujos animados desde los tiempos de “Marco”, “Heidi”, y “Oliver y Benjí”,  o para hacer referencia a las divertidas imágenes de las agitadas  sesiones del Parlamento nipón que en ocasiones terminan en más que  palabras como si tal cosa. Los japoneses son líderes mundiales en series  de animación, son los creadores del “manga animado”, y en los mercados  televisivos internacionales venden como churros decenas de formatos  concurso en los que los participantes se tropiezan, caen, chocan, se  embadurnan en sustancias asquerosas y se sumergen en líquidos viscosos.  Entretenimiento y diversión garantizados.
Hasta  hace tan sólo unos días, cuando alguien hablaba de la “televisión  japonesa” era para referirse a unas cadenas que ofrecen carcajadas a  granel con sus múltiples versiones del original “Humor Amarillo”, que exportan melodramas infantiles o aventuras increíbles en dibujos animados desde los tiempos de “Marco”, “Heidi”, y “Oliver y Benjí”,  o para hacer referencia a las divertidas imágenes de las agitadas  sesiones del Parlamento nipón que en ocasiones terminan en más que  palabras como si tal cosa. Los japoneses son líderes mundiales en series  de animación, son los creadores del “manga animado”, y en los mercados  televisivos internacionales venden como churros decenas de formatos  concurso en los que los participantes se tropiezan, caen, chocan, se  embadurnan en sustancias asquerosas y se sumergen en líquidos viscosos.  Entretenimiento y diversión garantizados.
Desde el pasado 11M (fatídica fecha, que la borren del calendario), la “televisión japonesa” es ese canal con el que conectan todas las cadenas del mundo para ofrecer imágenes de desolación, de muerte, de pérdidas, de tragedia, de aguas, de humos, de fuegos y, sobre todo, de profunda preocupación. Inquietud y dolor garantizados.
La televisión japonesa ha regalado a los espectadores de los cinco continentes las agobiantes imágenes de techos que se caen en cuestión de segundos, tabiques que se derrumban, estanterías que vacilan y rascacielos que tiemblan. Pocas veces se ha visto con tanta riqueza, variedad y calidad de planos los efectos de un sangriento terremoto que desató el desastre total en unos minutos.
La televisión japonesa nos ha ofrecido estos últimos días las peores imágenes que el ojo humano nunca hubiera visto de unas olas asesinas que arrastraban consigo todo lo que encontraban a su paso, ya fueran personas, coches, árboles, casas, aviones o fábricas. Escalofriante sensación la de sentirse el videoaficionado que con sangre fría mantiene pulsado el “rec” mientras la muerte actúa delante de sus narices con toda la fuerza que sólo posee la madre Naturaleza.
La televisión japonesa nos ha ofrecido las 24 horas del día la inquietante imagen de una central nuclear “herida” y “sangrante”. Como si de un malévolo Gran Hermano se tratara, la NHK (televisión pública nipona) ofrecía la imagen de esos edificios humeantes que se han convertido en foco de interés y preocupación mundial. Pasarán años hasta que consigamos olvidar el perfil de esos reactores de Fukushima que han mantenido en vilo al planeta.
La televisión japonesa ha roto estos días una tradición milenaria y ha emitido en directo el primer mensaje televisado de un emperador del reino del Sol Naciente a sus súbditos. Para los japoneses, la histórica imagen de Aki-Hito en su alocución al país era un síntoma evidente del nivel de desolación y crisis que vivía el país y de lo alarmante de la situación. La televisión sirvió para que el emperador lanzara un mensaje de aliento a una sociedad nipona. Una sociedad que ya llevaba días demostrando su entereza y su capacidad de sacrificio sin necesidad de que ese semi-dios que vive recluído en su palacio imperial de Tokio hiciera aparición, para muchos, demasiado tarde.
UN TERREMOTO CON RÉCORD
La televisión japonesa ha emitido estos días para el mundo la imagen del éxodo, de la huída hacia el sur, de las aglomeraciones en los aeropuertos para salir del país, en las gasolineras para repostar combustible y en los supermercados para comprar víveres de primera necesidad. Todo ello mientras la misma televisión emitía los mensajes del portavoz del Gobierno pidiendo calma a la población e invocando a la moderación a la hora de hacer acopios y a la hora de consumir energía.
La televisión japonesa ha abastecido de material audiovisual a todas las cadenas del mundo, las cuales han batido récords de audiencia con las terribles imágenes del tsunami posterior al terremoto, los primeros días, y las de los incendios y reiteradas explosiones de Fukushima, después. En España, el Canal 24 Horas ha hecho su récord de espectadores en estos terribles días de marzo que nadie olvidará. El consumo de los informativos en todas las cadenas, tanto en la Española como en las privadas, se ha elevado considerablemente. El día que se inició la tragedia todos los informativos de sobremesa marcaron máximo del curso.
La televisión japonesa ha emitido en los últimos días el peor reality de la historia.
 
 
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