Esta verano uno de los deberes que nos habíamos autoimpuesto era intentar quitar el pañal diurno al peque. Dentro de un mes cumplirá cuatro años, así que fisiológicamente era probable que ya estuviera maduro. Aunque realmente era imposible saberlo hasta que no nos pusiéramos a la tarea.
Yo tenía muchas dudas, sobre como iría la cosa. Pero, aunque aún es pronto para cantar victoria, todos estamos sorpendido de lo bien que está marchando.
Él no pide hacer pis. Ni lo va a pedir de momento (aunque puede que en eso), pero está aprovechando las oportunidades que le brindamos cada poco para orinar.
Le ponemos de pie. Y como le llevamos cada poco, no nos ponemos nada pesados con el tema. Cantamos un poquito y si no quiere, pues ya querrá más tarde.
La caca siempre, salvo rarísimas excepciones, la hace de noche. Y de noche sigue con el pañal.
Ya llevábamos una semana quitándoselo a ratos. Pero eso no acababa de funcionar. Parece que esperaba a tener el pañal puesto. Algo muy bueno según sus terapeutas, ya que indicaba que tenía cierto control sobre el asunto.
El viernes fue el primer día que tuvimos al peque sin pañal todo el día y aún no he tenido que usar ni una vez la muda que llevo a cuestas por los posibles accidentes.
Sólo una vez, ayer en la piscina. Se hizo pis con el bañador puesto, fuera del agua. Pero en el resto de ocasiones siempre lo ha hecho donde y cuando tocaba.
Es un campeón.
Y dentro de un año le tocará a su hermana, que tendrá casi dos años y medio. Y ahí sí que tendremos una retirada de pañal convencional.
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