La pasión con la que los fanáticos argentinos siguen a su selección resulta conmovedora. No sólo tiñen de albiceleste las tribunas en cualquier estadio del mundo, sino que en los momentos previos y después de los partidos se reúnen en las calles, cantan, gritan, celebran o se deprimen según el resultado.
En Sudáfrica no ha sido diferente.
En el debut contra Nigeria, el sábado en Johanesburgo, Argentina parecía el equipo local. La mayoría de los asistentes al Ellis Park lucían la tradicional divisa celeste y blanca.
Durante todo el encuentro le cantan a su selección, y las letras reflejan una pasión incondicional, noble y única.
Adrian Costes viajó desde Buenos Aires, vía Londres, hasta Johanesburgo y reveló que esa manera incansable de alentar que tienen los hinchas albicelestes es como los cantos de batalla para darle fuerza a su selección.
"No paro de saltar y cantar durante todo el partido'', confesó Costes. "Descargo energías y al mismo tiempo se las entrego al equipo de mi corazón''.
Una de las letras más vibrantes que suelen cantar los argentinos mientras juega su selección, dice así: "Vamos, vamos, Argentina, vamos, vamos a ganar; vamos, vamos Argentina, cada vez te quiero más; no me importa en que cancha juguemos, a la Argentina la sigo adonde va''.
Miguel Serrano, quien por primera vez vive la experiencia de un Mundial, pero que se considera un hincha patológico de la selección, reveló que literalmente se estremece cuando está en las tribunas, viendo en acción a la albiceleste y entonando los cánticos aprendidos desde niño.
"Lo que más me emociona es cuando están cantando el himno argentino antes de empezar el juego, y todos acompañamos entonando un ‘!Ooooooohhhhhhhh!''', exclamó Serrano, a quien le brillaban los ojos con sólo hacer el comentario. "Y el climax es cuando llegamos a la parte de la estrofa que dice: ‘O juremos con Gloria a morir', y ahí nosotros entramos en extásis''.
En las afueras del Ellis Park, Serrano cantó, entonó y gesticuló de la misma manera que lo hace en los estadios y al momento que hacía esta demostración, se le plegaron otros hinchas argentinos que estaban alrededor. De pronto se armó un coro gigantesco de 50 personas.
Las vibraciones, la locura y el delirio alcanzan límites innimaginables.
En cada partido a una o dos cuadras del estadio, la cerveza Quilmes instala una zona del hincha en donde se congregan miles de aficionados para cargar las baterías antes de la hora de la verdad.
"Soy cordobesa y trabajo como bartender en Plaza del Carmen, cerca de Cancún, en México'', comentó Lucrecia Citati, quien tenía la cara pintada con los colores albicelestes y vestía la camiseta de la selección. "Viaje sola pero aquí me sumé a otros seguidores que llegaron de todas partes''.
Lucas Pochettino, de Rafaela, Santa Fe, trabajó duro como vendedor de autos Fiat y juntó los $5,000 que necesitaba para emprender el viaje.
"Tenemos un equipazo, como dijo el Diego [Maradona]'', afirmó Pochettino. "Lo único es que Javier Zanetti debió haber venido, se lo merecía por su calidad como persona y jugador''.
Zanetti, uno de los jugadores emblemáticos y capitán del Inter de Milán, campeón de Europa, no fue incluido por Maradona en la escuadra argentina, lo que desató un sin fin de críticas al técnico.
"El Pato'' Patricio Iler, hincha confeso de Independiente, partió solo desde Buenos Aires y aterrizó en Sudáfrica sin conocer a nadie. Ahora dirige una barra de 30 personas: con una mano levantaba la camiseta albiceleste azuzando y arengando a sus huestes y con la otra blandía una cerveza.
"Loco, vamos a ser campeones del mundo'', afirmó Iler con la convicción del converso. "Me gaste más de cuatro lucas [$4,000] y no voy a volver a casa sin la Copa''.
Cada uno de estos seguidores, quienes con extraordinario esfuerzo siguen a su selección adonde vaya, han hecho que Argentina sea un grande en el fútbol mundial.
La calidad de sus jugadores es reconocida en todo el mundo. Lionel Messi es un poema sobre el césped. Javier Mascherano es la eficiencia pura. Walter Samuel es el gaucho temido en el área. Pero nada se iguala --ni el mismísimo Messi-- a esa entrega sin cálculos, profunda, incondicional, de los hinchas que permiten que la albiceleste se encuentre arropaba cada vez que entra a la cancha.
La selección argentina nunca está sola. Miles de corazones se encuentran detrás de ella.
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